Artículo publicado el 03/02/2009 Ultima reactualización 04/02/2009 16:13 TU
Huelga de los trabajadores de la refinería Total en Lincolnshire, al norte de Inglaterra.
Foto: Reuters
Gran Bretaña vive una segunda semana de protestas contra la contratación de trabajadores extranjeros en vez de británicos. Las huelgas empezaron días atrás en una decena de plantas de energía para protestar contra la contratación de unos 300 trabajadores italianos y portugueses en un proyecto de construcción en la refinería de Lindsey, este de Inglaterra, que es administrada por el gigante del petróleo francés Total.
Pese a las advertencias del Gobierno acerca de que las consignas rozan la “política de xenofobia”, cientos de huelguistas de esa refinería se comprometieron el lunes a seguir con su movimiento en protesta contra la decisión de Total de contratar una "fuerza de trabajo enteramente en el extranjero", en vez de emplear a trabajadores británicos.
El ministro británico de Empresas, Lord Mandelson, estimó el martes que no cree que Total haya violado la legislación británica, y aseguró que el Gobierno "está determinado a hacer respetar los derechos de los trabajadores".
El lunes, el primer ministro británico Gordon Brown condenó enérgicamente las huelgas, pese a que, tras asumir el poder en 2007, se comprometió a garantizar "empleos británicos para trabajadores británicos". Esas acciones "son indefendibles", afirmó Brown.
El ministro italiano de Relaciones Exteriores, Franco Frattini, recordó que la legislación de la Unión Europea consagra la libertad de movimiento de trabajadores entre los Estados miembros y aplaudió la "sabiduría" de Brown al condenar estas huelgas.
Las protestas británicas ocurren en momentos en que el Gobierno norteamericano reconsidera una controvertida cláusula de su plan de estímulo llamada “Compre estadounidense”, que prohibiría el uso de acero extranjero para grandes proyectos de infraestructura.
La cláusula fue bien recibida por sindicatos y fabricantes locales, pero rechazada por los legisladores republicanos.
Mientras tanto, el canto de sirenas del proteccionismo llegó hasta el muy liberal Gobierno francés. La ministra de Economía, Christine Lagarde, dijo, antes de retractarse, que “el proteccionismo puede ser un mal necesario”.
En el editorial de su edición fechada el miércoles 4 de febrero, el vespertino Le Monde estima que “la crisis podría crear una nueva víctima: el librecambismo. Bajo la presión de los electores, los responsables políticos cambian de campo y concluyen a regañadientes las negociaciones para la liberalización del comercio, tal como se habían comprometido en noviembre, durante la cumbre del G20”.
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