por Véronique Gaymard
Artículo publicado el 18/09/2009 Ultima reactualización 18/09/2009 09:16 TU
Los huertos urbanos y familiares, parcelas de entre 50 y 200 metros cuadrados, son una tradición en Francia, donde empezaron a implantarse en 1846, impulsados por el abate Jules Lemire, diputado y alcalde del norte del país.
Hoy unos tres millones de personas se dedican a esta actividad. “Los dos periodos de auge del movimiento coinciden con los dos grandes conflictos mundiales y actualmente asistimos a una nueva coyuntura favorable debida, desgraciadamente, a las diferentes crisis: crisis urbana, social, económica y crisis en las periferias urbanas”, explica Jerôme Clément, director de la Federación Francesa de los Jardines Familiares y Colectivos. Los adherentes a este movimiento asociativo pagan una pequeña cuota anual y se comprometen a no vender sus productos. Pueden en cambio practicar el trueque.
Rábanos, cebollas, tomates, papas, coliflores, lechugas, ajos, pimientos, fresas, flores…, todo esto y más se produce en estos huertos que permiten a muchas familias hacer ahorros en el presupuesto consagrado a la alimentación. Pueden, además, vender sus productos, al contrario de lo que ocurre en Europa. Sin embargo, para algunas familias, constituyen más bien un lugar de esparcimiento, un contacto directo con la tierra para quienes viven en el ambiente agobiante de las aglomeraciones urbanas. En ambos casos los huertos son también un factor de relación social entre los habitantes sean éstos jardineros o no. Unos 12 millones de personas en Europa trabajan en estos huertos y existe una Asociación Internacional de Huertos Familiares, con sede en Luxemburgo, la cual fomenta la protección jurídica de los huertos frente a los promotores inmobiliarios.
En Latinoamérica la agricultura urbana ha tenido un auge importante debido a las diversas crisis que se han padecido y la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha desarrollado proyectos específicos. Juan Izquierdo, funcionario retirado de este organismo precisa: “No es una cuestión de moda ni de cultura, es una obligación. Las familias tienen que producir para poder comer porque no pueden comprar los productos.” Juan José Estrada, coordinador del proyecto de la FAO en Bolivia, señala por su parte que en ese país “la agricultura urbana y periurbana contempla otras actividades productivas en pequeña escala, como cría de animales menores y actividades forestales, como complemento de la economía de las familias.”
En cierta medida los huertos familiares contribuyen a la seguridad alimentaria. No obstante, su desarrollo encierra un peligro, explica Mario Alexander Moreno, coordinador de los proyectos de emergencia de la FAO en Colombia: “contribuyen a hacer realidad el derecho a la alimentación pero eso no quita la necesidad que se tiene de una distribución más equitativa de la tierra. El peligro es que sea una válvula de escape y no solucionemos los problemas estructurales del país.”
Entrevistados: Antonio Viu-Bret, Lorenzo Montoto Varela, Paulino Sacristán y María Paz Herrero, jardineros urbanos en la periferia de París; Jérôme Clément, de la Federación Francesa de Jardines Familiares y Colectivos; Michel Gegauff, de la asociación de huertos de Morangis; Juan José Estrada, del proyecto FAO en Bolivia; Juan Izquierdo, ex funcionario de la FAO; Mario Alexander Moreno, coordinador de proyectos de emergencia de la FAO en Colombia.
Realización: Yocasta Gómez
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