La lluvia y el frío no lograron desanimar a los invitados de Chanel que, pacientemente entraron, casi en fila india, al Grand Palais de París, para presenciar la colección que Karl Lagerfeld imaginó para el próximo invierno. Una vez adentro, en un decorado todo blanco, los unos y los otros conversaban amenamente olvidando el frío glaciar de ese espacio gigantesco y maravilloso cuya estructura de hierro y vidrio permite ver el cielo.  Entre los invitados VIP, el cantante británico Sting daba calor a su rubia esposa rodeándola con lo brazos.  Súbitamente, la música invadió el lugar y la magia de Chanel comenzó a desfilar encarnada en jóvenes de ambos sexos. 

Negro y blanco, colores tradicionales de la casa, serán los tonos de Chanel.  Las botas, altísimas y blancas, combinan con trajes cortos, negros.  Lagerfeld juega con superposiciones de telas para realizar las faldas, mientras que el corpiño, ceñido al cuerpo, es realzado con pedrerías blancas como el brillante, rojas como el rubí.

Lagerfeld  continúa jugando con las telas para realizar camisas muy elaboradas.  Para la noche, los pijamas en muselina, bajo trajes transparentes estilizan la silueta.  Los bolsos grandes, llevan por asa  las famosas cadenas creadas por Coco. Los abrigos, lucen  majestuosos con sus bordados de cristales.

Los hombres de Chanel también lucirán el negro y el blanco.  Saco o blazer blanco, largo, sobre pantalón negro y sombrero tipo Panamá, también blanco.

Esta es la tercera vez que Chanel presenta su colección en el Grand Palais y la segunda que propone algunos modelos masculinos. Se trata de adaptar al hombre, algunas de sus piezas emblemáticas, como el “tailleur”, la clásica chaqueta en tweed, y el cinturón de perlas.

Una lluvia de aplausos acogió al diseñador cuando salió a la pasarela como un príncipe rodeado de bellas princesas.  Y de pronto una se pregunta, acabo de presenciar un desfile de Prèt-à-Porter o de Alta Costura?

Por Silvia Celi