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Panorama

Líbano: Un grito contra la guerra

Artículo publicado el 24/08/2006 Ultima actualización el 24/08/2006 13:36 TU

Desde el comienzo de la guerra en el Líbano, numerosas manifestaciones de solidaridad se celebraron en Francia.Foto: France-Palestine

Desde el comienzo de la guerra en el Líbano, numerosas manifestaciones de solidaridad se celebraron en Francia.
Foto: France-Palestine

Los libaneses han asistido, con dolor e impotencia, a la destrucción de un país que acababa de levantarse después de sufrir cinco años de guerra y de ocupacion siria e israelí. En 35 días de bombardeos contra la guerrilla del Hezbollah, el ejército israelí ha destruido las infrastructuras de un país nuevo y floreciente. Pero en estos días de alto el fuego, los libaneses muestran más preocupación por la resistencia de la nación libanesa que por la reconstrucción de los puentes y edificios. En un mes de agosto maldito para los habitantes del país del cedro, la comunidad franco-libanesa organizó en París una caravana para exigir la paz. Un grito contra la guerra que no ahogó la indignación contra Israel.

En estos días, la fragilidad del Líbano ha quedado patente. Rodeado de grandes potencias en un Oriente Medio dominado por la violencia, este pequeño país posee unas fronteras que conforman un vecindario más que difícil. Al norte y al este, el Líbano limita con las tierras semidesérticas de Siria; al sur una estrecha banda de territorio lo separa de Israel, mientras que el mar Mediterráneo baña 225 kilómetros de costa al oeste. En este contexto, los libaneses tienen la impresión de servir de territorio para la guerra de los otros, como nos cuenta en París la franco-libanesa Pierrette Gausson.

Herederos de fenicios, asirios, griegos, romanos, europeos y árabes, los libaneses son grandes comerciantes y, en efecto, el país saca sus principales ingresos de dicha actividad. Antes de que la guerra destruyera edificios, aeropuertos y mares, la gran apuesta era convertirse en un centro turístico. La agricultura de tipo mediterráneo aporta el 12% del PIB,  la ganadería y la pesca son marginales. Las contínuas guerras han endeudado al frágil Estado pero, a pesar de todo, en estos días, lo que más preocupa al pueblo libanés es la recomposición del espíritu nacional del país. Tres millones ochocientas mil personas viven en suelo libanés, pero hay diez a quince millones de libaneses que residen en el exterior, dispersos por los cinco continentes.

En abril de 2005, las manifestaciones de la sociedad civil libanesa habían conseguido poner fin a la ocupación siria: el régimen de Damasco se vio obligado a retirar a los 14 000 soldados que mantenía en la zona. Después de unas elecciones democráticas ejemplares para la región, el Gobierno se disponía a pactar con el Hezbollah para incluirlo en el gabinete. De este modo, la mayoría chiíta libanesa quedaba representada e incluida en el Estado. Muchos libaneses consideran que los bombardeos israelíes fueron un castigo contra todos los libaneses por aceptar la guerrilla pro-iraní. 

¿Ensayo de una hipotética guerra contra Irán?, ¿intento premeditado de destruir toda alianza con el Hezbollah en el Gobierno? Todas las hipótesis sobre el origen de la guerra destacan el papel central de los chiítas en el conflicto. Para el ex diplomático Georges Zuein, el Hezbollah constituye una amenaza, pero también una esperanza para la reconstrucción del Líbano.

Esta guerra ha unido a los libaneses, por lo menos momentáneamente, en un rechazo unánime contra la agresión y los ataques de civiles. El Estado es débil, pero la nación libanesa existe más que nunca. La Constitución de 1926 fue reformada en 1990 para dar cabida al complejo mosaico de confesiones del país. El Parlamento es multireligioso por ley, el Presidente de la República tiene que ser un cristiano, el Primer Ministro un sunita y el Presidente del Senado un chiíta.

Pero para sobrevivir y volver a ser un día "la suiza de Oriente Medio", los libaneses necesitan desesperadamente la paz. A la espera de una paz incierta, el Líbano reúne todas sus fuerzas para la reconstrucción. Mientras tanto, trata de enseñarle a los niños su himno nacional, para que en París, Buenos Aires, Sao Paolo, Sidney o Beirut, el país del cedro siga existiendo.

Entrevistados: Georges Zuein ex diplomático; Pierrette Gausson franco-libanesa, y Habib Rahman evacuado por Francia hacia París durante los bombardeos.

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