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La caída del Muro de Berlín

La perestroika, esa revolución

Artículo publicado el 03/11/2009 Ultima reactualización 05/11/2009  15:30 TU

Mijaíl Gorbachov.(D.R.)

Mijaíl Gorbachov.
(D.R.)

La llegada de Mijail Gorbatchov a la cabeza de la URSS, la liberalización de Polonia y la apertura de fronteras entre Hungría y Austria, son clave en la caída del Muro de Berlín.

Mijail Gorbatchov tomó las riendas de la URSS en marzo de 1985, casi al inicio del segundo mandato del presidente norteamericano Ronald Reagan.

La situación de la URSS era catastrófica debido al centralismo económico y el control férreo del Estado. Gorbatchov lanzó la glasnost (transparencia) y la perestroika (reestructuración) con el fin de dinamizar el proceso de cambio. Se restituyeron las tierras, se permitió la creación de empresas y se aspiró a un pluralismo político. Esto alimentó la esperanza en los países del bloque comunista.

Tras reiteradas huelgas en Polonia, el movimiento Solidarnosc ganó  (el 4 de junio de 1989), las primeras elecciones legislativas libres. Dos años después el líder del movimiento, Lech Walesa fue elegido presidente.

En Hungría Janos Kadar (en el poder desde la sangrienta represión de 1956) fue destituido, aparentemente con aval del Kremlin. El nuevo gobierno estableció las modalidades para democratizar el país y en septiembre de 1989 oficializó apertura de la frontera con Austria.

Hungría ya había permitido en marzo que 600 alemanes del Este atravesaran la frontera con rumbo a RFA. Y en septiembre dejó pasar a más de 30.000. Ninguno de los 200.000 soldados rusos estacionados en Hungría disparó. La fuga masiva dio la vuelta al mundo.

El éxodo amenazaba la existencia de Alemania del Este, y a esto se agregó una seria protesta de la oposición. El Partido  Socialista Unificado (SED), surgido del Partido Comunista, había “manipulado” el voto de la elección municipal de mayo de 1989.

Una serie de manifestaciones a favor de libertad prensa y de expresión comenzó en Leipzig y Berlín. El lunes 4 de septiembre cerca de 1.200 personas desfilaron otra vez en Leipzig para exigir la expatriación. A partir de ese día, cada lunes la gente salía a las calles con el mismo lema. Tres semanas después los manifestantes de Leipizig superaban los 25.000.

El gobierno de la RDA, que había “felicitado” al gobierno chino por haber derrotado al movimiento democrático, dejaba entrever que algo similar podría ocurrir en Alemania si las manifestaciones continuaban. La brutal represión de la Plaza de Tiananmen, en Pekín, había dejado por lo menos 2.000 muertos y centenares de detenidos. Pero esto no amedrentó a los alemanes.

A principios de octubre  75.000 personas desfilaron bajo el lema de “nosotros somos el pueblo”. A la semana siguiente ya eran 120.000 los manifestantes. La policía y el ejército se mantenían listos para dispersar.

A mediados de mes, decenas de miles de ciudadanos manifestaron también en Berlín Este, Dresde, Plauen, Posdam, Erfurt, Rostok y Saxe. La iglesia protestante, que estaba sumamente implicada en la protesta, había creado una auténtica cultura de “resistencia” con veladas silenciosas y marchas por la paz.

El 4 de noviembre Mijail Gorbatchov viajó a Berlín Este para la ceremonia del 40 aniversario de la creación de la RDA. El dirigente volvió a reiterar que “el recurso a la represión armada estaba excluido”. En la tribuna, el primer ministro polaco le preguntó, entiende alemán Gorbatchov respondió “suficiente para comprender lo que gritan los manifestantes”.

Por Auxilio Alcantar

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