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Sociedad

Las francesas ya no usan falda (1)

por Alejo Schapire

Artículo publicado el 14/04/2009 Ultima reactualización 21/04/2009 07:27 TU

Detalle del cartel de la película "La journée de la jupe".DR

Detalle del cartel de la película "La journée de la jupe".
DR

Después de la polémica por el velo islámico, viene el turno de la falda. Para las adolescentes francesas, acosadas por el sexismo y la cosificación del cuerpo femenino, mostrar las piernas se ha convertido en acto militante. La toma de conciencia del fenómeno se plasma en el cine y talleres escolares dedicados a poner en evidencia y desmontar un mecanismo de opresión sexual y religiosa.

Los clientes copan las terrazas de los cafés con sus lentes de sol, las publicidades de helados y automóviles descapotables colonizan los muros de la ciudad y, sobre todo, los parisinos abandonan su legendario malhumor: síntomas inequívocos de que llegó la primavera. Sube la temperatura y se aligeran las ropas de los transeúntes. Sin embargo, al entrenado ojo latinoamericano le llama la atención que las chicas y no tan chicas desaprovechen la ocasión para sacar las faldas de sus armarios. En esta mañana de cielo despejado, se puede recorrer de cabo a rabo la línea 6 de metro -que atraviesa de este a oeste la capital francesa- sin ver un muslo, una rodilla o una pantorrilla femenina que asome, mientras los hombres no dudan en quitarle la naftalina a sus bermudas. En rigor, faldas hay, pero siempre encima de un pantalón o con unas calzas que recubren la epidermis parisina. Aparte de eso, el pantalón, sobre todo el jean, se ha convertido en uniforme.

¿Latinoamérica conservadora?

“Justo vengo de Argentina y las chicas están en musculosa [camiseta sin mangas] y shortcito por la calle, y acá no. Es muy raro que yo me ponga acá una pollera [falda], no me la pongo porque te hinchan las pelotas, porque te molestan, porque te miran mal. En Argentina te pueden meter una mano en el culo, pero vos le ponés una patada al tipo y él sabe que está en falta y no te va a hacer nada. Acá le contestás mal y son capaces de pegarte un cachetazo”, cuenta sin vueltas Alelí López Masé, una porteña de 34 años afincada en un barrio popular del norte de París a rfimundo.fr.

Logo de la "La primavera de la falda".DR

Aurore Chiroix, una estudiante de 24 años que también vive en el París "multicultural" del norte de la ciudad, asegura que “a veces oigo comentarios cuando me pongo faldas o vestidos, pero son más vulgares que ofensivos”. “Hay límites. Evito salir con una falda demasiado corta si llevo una camiseta escotada”, dice. Y agrega: “pero no puede ser que una sea insultada porque muestra sus piernas. La única manera de hacer que las mentalidades evolucionen es resistir”.

Como Aurore, como Alelí, son muchos quienes detectaron los problemas que acarrea hoy llevar una falda en ciertos barrios y se preguntan acerca de este rechazo. El fenómeno ha alcanzado tal dimensión que en la región francesa de Bretaña acaba de organizarse una “Jornada de la falda y del respeto”. Se trata de una campaña de 21 días llevada a cabo en 26 escuelas para concientizar a los alumnos sobre las actitudes sexistas y la condición de la mujer.

“La idea nació en un taller sobre sexualidad, en el que las chicas explicaron que era impensable hoy ponerse una falda”, explica Thomas Guiheneuc, un profesor que milita en la asociación Liberté couleurs e ideó la “Primavera de la falda y del respeto”: 21 días para que “los jóvenes reflexionen acerca de la relación chicas-chicos”.

“La falda es un símbolo. La jornada de la falda, es una oportunidad para instaurar un diálogo entre los adolescentes cuyo vocabulario es cada vez más crudo e influenciado por la pornografía y que no se dan cuenta de hasta qué punto lastiman”, lamenta Ghueneux

“Hoy, cierto tipo de vestimenta puede dar lugar a ciertos clichés, prejuicios, estereotipos muy violentos, en los que se le atribuye a una prenda un comportamiento o actitud sexual. Es por esto que tratan a algunas chicas de puta simplemente porque se ponen una falda, más allá del largo de ésta”, explica Yannik Poulain, militante de la misma asociación. A veces la calumnia es más insidiosa, como ataques “contra la reputación, los rumores que les endilgan. Esto ocurre de los chicos hacia las chicas, pero también entre mujeres”, añade.

La falda como símbolo de emancipación femenina tomó notoriedad nacional en Francia con el reciente estreno de la última película protagonizada por la célebre actriz Isabelle Adjani: "La jornada de la falda", dirigida por Jean-Paul Lilienfeld.

El largometraje cuenta cómo Sonia Bergerac (Adjani), una profesora depresiva que enseña en una escuela de un barrio marginal, confrontada a los conflictos de la pobreza y la asimilación de otras culturas, secuestra a punta de pistola a sus alumnos, víctimas de la aculturación y de los prejuicios.

A la hora de formular sus condiciones para liberar a su clase, Bergerac, de origen árabe, exige a la policía “una jornada nacional de la falda” en la que todas las mujeres puedan usar esta prenda sin ser tratadas de “puta”.

Mecanismos

Para desarticular los mecanismos que permiten estas conductas sexistas, la asociación Liberté couleurs organiza talleres en colegios donde se invita a los jóvenes a hablar de amor y sexualidad con sus propias palabras e instrumentos, lejos del discurso de los adultos. A través del rap, la realización de cortometrajes, obras de teatro y exposiciones fotográficas, los adolescentes organizados en grupos mixtos intentan “desmontar” las imágenes estereotipadas que pululan en los medios de comunicación.

Que en 2009 la francesa, que ostenta una reputación de mujer emancipada en el extranjero, deba luchar para poder usar una falda no deja de sorprender. “Esto no es algo que ocurrió de golpe”, indica el sociólogo Philppe Liotard.

“Hay dos fenómenos que coexisten. Por un lado, pudo haber existido una liberación en los años 70 que permitió que hombres y mujeres pudiesen escoger cómo vestirse. Sin embargo, esta liberación ocultó el hecho de que el cuerpo de la mujer sigue sometido a un control social ejercido por la mirada. Y lo que pasa hoy entre las jóvenes que se ven juzgadas por llevar una falda o un escote es la traducción de este control del cuerpo femenino”, analiza.

A la hora de identificar las causas de este “retroceso”, Liotard apunta a “un machismo que nunca se fue”. En la mira también, “la publicidad, que pone de relieve una presentación particular del cuerpo, con el vientre al descubierto y escotes muy abiertos que dan una imagen muy erotizada de la mujer. Las chicas quieren parecerse a estas imágenes. El contragolpe es que la erotización del cuerpo produce juicios de valor que consideran que las mujeres no pueden vestirse como quieren”, asegura.

Tabúes

El tema subyacente  del  “problema de la falda” en las escuelas  -en un país donde el debate acerca del velo islámico en el colegio ha dejado huellas-  es el del peso de la religión. Liotard se muestra más reservado sobre este punto; y señala que la cuestión trasciende los distintos sectores sociales y religiosos de la sociedad francesa.

“Pero no cabe duda de que el ejercicio de un control por parte del Islam -o mejor dicho por cómo algunos chicos y chicas se imaginan lo que debe ser el Islam- acentúa el fenómeno. Pero no es lo que lo produce”, matiza.

Es difícil ignorar el hecho de que el rechazo de la falda, así como los “crímenes de honor” que sufren las chicas que por su actos o rumores "manchan" la reputación familiar, los matrimonios forzados, las polémicas por el velo islámico en establecimientos públicos, la imposibilidad para médicos varones de auscultar a una musulmana- aunque su vida dependa de ello- se desarrollan sobre todo en geografía común, pero no exclusiva: los barrios franceses donde una versión rigorista del Islam ha sabido arraigarse en las últimas décadas.

A lo largo de este reportaje, las chicas entrevistadas, así como los sociólogos o miembros de asociaciones, mostraron cierto malestar y se negaron a identificar, más allá de la responsabilidad de la publicidad, las raíces del discurso de quienes condenan su manera de vestir. El temor a estigmatizar una población víctima de discriminaciones raciales, la corrección política, así como un discurso militante, que teme llevar agua al molino de la extrema derecha, parecen constituir un tabú que pocos desafían, exponiéndose a ser tratados de neo reaccionarios.

Tal no es el caso del filósofo francés Alain Finkielkraut, que habla de la película de Adjani como de “un hecho político de una importancia extrema, histórica”, y que ve en el sexismo que castiga las escuelas de las periferias francesas una causa doble. En estos colegios “confluyen a la vez el arcaísmo de cierta civilización [el Islam] y el postmodernismo de la pornografía permanentemente disponible”, dijo a la radio RCJ. “Antes que hacer una Conferencia de Durban [que consagró el término de “islamofobia”], habría que hacer una Conferencia de la Falda para luchar contra uno de los fenómenos más graves de hoy, cuyas consecuencias políticas son abismales, es decir la misoginia en los países musulmanes”, agregó.

Mientras tanto, después del éxito del “La primavera de la falda”, sus organizadores prometen llevar su proyecto a otros puntos de Francia. El sociólogo Phillipe Liotard planea trasladar los talleres a la ciudad de Lyon, mientras otras mujeres, sin ninguna organización, hacen del llevar puesta su falda, cada día, un acto militante.

La segunda parte del informe, aquí.

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