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Sociedad

Las francesas ya no usan falda (2)

por Alejo Schapire

Artículo publicado el 18/04/2009 Ultima reactualización 23/04/2009 14:50 TU

Sihem Habchi, presidenta de Ni putas ni sumisas.Fuente: Facebook

Sihem Habchi, presidenta de Ni putas ni sumisas.
Fuente: Facebook

A la hora de explicar por qué las francesas dejan de ponerse faldas, las distintas fuentes consultadas para la primera parte de este informe denunciaron el sexismo fomentado por los medios. Sin embargo, se mostraron bastante más reservadas o incómodas al evocar el factor religioso, en particular el papel del Islam radical, que intenta imponer entre los sectores más postergados, muchas veces de origen extranjero, su visión de lo que es “una chica respetable”. Esta reticencia irrita a Sihem Habchi, presidenta de la asociación Ni putas ni sumisas, que lucha en los barrios populares por la emancipación femenina. Esa hija de inmigrantes argelinos y “musulmana de izquierda” acusa de “cómplices” a sociólogos y asociaciones que no se atreven a señalar el flagelo del integrismo islámico.

- ¿El retroceso de la falda obedece sólo al viejo sexismo y a los medios o existe también una influencia religiosa?

- Por supuesto que tiene una influencia. Tenemos el mismo problema en Italia. Existe una presión de la religión en los barrios populares por parte de los islamistas. El machismo en Francia y en estos barrios siempre ha existido. Pero en los barrios populares existe la política de los Hermanos Mayores, con un machismo muy insidioso, y la religión ha sabido instrumentalizarlo con el argumento: no puedes mostrar tu cuerpo, no puedes mostrar tus piernas porque si no eres una apóstata, no eres una buena musulmana, no respetas la religión. Esto es una realidad, y quienes no quieren hablarle de esto son cómplices de ese tipo de machismo y de la instrumentalización de la religión para encerrar a las mujeres.

Para someterlas a códigos machistas, patriarcales, se les dice: no hay que mostrar las piernas, no hay que mostrar la cabeza, no hay que exacerbar esta feminidad. Esta feminidad aparece como un peligro, como responsable de un desequilibrio. Visto así, es la feminidad la que provoca la agresión. Nosotras somos culpables por llevar faldas, por mostrar nuestras piernas. Se trastocan los valores. Es la chica violada, la víctima de la agresión machista, la responsable y se lo dicen: es culpa tuya, te lo buscaste, no tenías que haberte vestido así.

La falda es un tema que puede ser muy político. Esta presión viene de que se iba a abandonar la cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres en ciertos territorios. Se dijeron: no es algo grave, hay que respetar las culturas, son gente que tiene otros modos de vida, se los abandonó. Y poco a poco, estos códigos empezaron a imponerse en la sociedad francesa.

- A los entrevistados les cuesta hablar de las causas del sexismo. Tal vez porque temen llevar agua al molino de la extrema derecha. ¿Cómo interpreta usted la actitud de quienes ven que existe un problema  -porque las mujeres ya no se pueden ponerse faldas-, pero se niegan a tener un discurso firme para evitar ser calificados de racistas?

- Es una actitud ambigua y que va en el sentido del sexismo. Por eso le digo que son cómplices. Saben exactamente qué es lo que pasa. Y detrás de la imposibilidad de llevar la falda le recuerdo que están las violaciones grupales, porque si osan ponerse una falda son castigadas. Hay chicas que son quemadas, lo hemos visto en Francia. Prefieren olvidar estas realidades y las asociaciones sólo llevan a cabo acciones que encajan muy bien con quienes dicen que las chicas tienen que comportarse de tal manera. Es el relativismo cultural; está presente en toda Europa. Es lo que nos ha condenado a las mujeres a no poder gozar de los mismos derechos que tienen otras mujeres. Esta es la realidad, la segregación racial al revés. Piensan que sólo podemos ser mujeres sumisas. Piensan que nos pueden hacer ablaciones del clítoris o casarnos por la fuerza porque es “normal”. Imagínese cuando esto lo dicen sociólogos, pagados por centros de investigación prestigiosos. Ellos representan una corriente ideológica y escriben libros para denunciar que estigmatizan los barrios populares, que no hay violaciones colectivas, etcétera. Y esto lo enseñan en la universidad, es muy grave. Las asociaciones que hacen que esto subsista son cómplices, mantienen esta situación. Hay que decir lo que pasa, hay que luchar contra la discriminación, contra el racismo. Yo soy musulmana y lo afirmo. Usar la religión para encerrar a la mujer no tiene nada que ver con la religión, es machismo.

- ¿Cómo interpreta usted que esta visión rigorista del Islam haya podido ganar tanto terreno?

- Porque el espacio está vacío, alguien tiene que ocuparlo. Los movimientos de educación popular desaparecieron de los barrios populares, como las colonias de vacaciones con actividades y capacitaciones que existían en los años 1980. Y sobre todo existió la voluntad de algunos políticos. Hay que señalarlo: el integrismo, el fundamentalismo sólo se desarrolla y echa raíces en nuestras democracias europeas si existe la complicidad de algunos políticos.

Aquí, en Europa, desde los años 90, estamos frente al surgimiento de un movimiento radical que utiliza el cuerpo de la mujer como estandarte, con el velo islámico. Esta lectura es apoyada por algunos movimientos políticos en Francia y en Europa, sobre todo por la extrema izquierda: es lo que se ha dado en llamar el “islamoizquierdismo”. Cuando ve a Tariq Ramadan [controvertido académico suizo y musulmán] recibido con los brazos abiertos en varias universidades y partidos políticos europeos, hay que preocuparse. No es un integrismo que viene de la población. Hubo en los 90 una voluntad de hacer daño desde adentro, usando las clases populares, y poco a poco vimos que a algunos les venía bien tener como interlocutores a predicadores religiosos para manejar a las masas.

Tenemos por un lado a los “islamoizquierdistas”, junto a predicadores radicales, que son la extrema derecha: son antiaborto, antiestado, antidemocráticos, como el predicador en Inglaterra que pidió el asesinato de las adúlteras. Hay una complicidad entre la extrema izquierda y una extrema derecha muy evidente. Todo esto puede ocurrir sólo con la complicidad del poder público, que pensó que para controlar a las masas se necesitaba un interlocutor religioso. Cometieron un grave error: esto dio los atentados en Inglaterra, la muerte de Theo Van Gogh en Holanda y, en Francia, una ola de Islam radical que está hoy muy presente en nuestros barrios populares.

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