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Conflicto en el Líbano

Beirut: imágenes del día después

Artículo publicado el 24/08/2006 Ultima actualización el 24/08/2006 14:54 TU

El barrio de Chiah, el gran suburbio del sur de Beirut donde se encontraba la sede de Hezbollah. © Foto: Eduardo Febbro/RFI

El barrio de Chiah, el gran suburbio del sur de Beirut donde se encontraba la sede de Hezbollah.
© Foto: Eduardo Febbro/RFI

 

Cuando se cumplen poco más de diez días de la tregua entre la milicia del Hezbollah y el gobierno de Israel, Beirut se despierta de la pesadilla de la guerra sepultada por los escombros y el hedor de la putrefacción. Nuestro enviado especial al Líbano, Eduardo Febbro, recorrió el barrio de Chiah, feudo del Partido de Dios y blanco privililegiado de los bombardeos israelíes.

   "Hemos venido a recuperar recuerdos", dice la mujer mientras avanza por lo que alguna vez fue su casa. Shamira contempla cada rincón buscando algo que se haya salvado de la hecatombe que, en los últimos días de la ofensiva israelí, cayó sobre el barrio de Chiah, el gran suburbio del sur de Beirut donde se encontraba la sede del Hezbollah. Esta zona de la capital libanesa es un territorio chiíta, la cuna del movimiento, blanco de la ofensiva israelí.

   Hasta los nombres de las calles evocan al Partido de Dios. La avenida principal de Chiah lleva el nombre de uno de los hijos del líder del Hezbollá, Hassan Nasrallah, muerto hace unos años en el curso de un combate con el ejército israelí. La casa de Shamira es un bollo de papel, mitad quemado, mitad estrujado: hierros, bloques de cemento, inmensas estructuras caídas sobre sí mismas. El olor a putrefacción es intolerable.

   Los vecinos revuelven los escombros con una máscara que les cubre la boca. El polvo y el ruido de las topadoras de la municipalidad que barren las ruinas lo cubren todo. La gente deambula hipnotizada por tanta intimidad violada: ropa, fotos, ollas machucadas, cubiertos, armarios. De las piedras van saliendo retazos que hablan de un hogar que no existe más. Como una forma absurda de guardar al menos un recuerdo de los escombros, la gente toma fotos con la cámara de los teléfonos celulares.  

   En la calle que conduce al cuartel general del Hezbollah, ya borrado del mapa, la mayoría de los edificios están pulverizados. Chiah es un agujero al que le faltan los 500 edificios aplastados por las bombas. Los días transcurren y sólo cambian las consignas de los carteles. Antes, el comienzo de las calles más dañadas llevaban la inscripción "Damar" en árabe, es decir, "Destrucción". Hoy, la consigna cambió. La gente borró la "D" para dejar únicamente "Amar", que quiere decir "Construcción". Chiah se reconstruye. Nadie llora, todos trabajan con una suerte de energía extraña que contrasta con la profunda tristeza que emana de ese abismo lleno de piedras.

   "Tenemos que reconstruirlo todo. Las lagrimas pertenecen al pasado", dice una mujer que forcejea con las ruinas para arrancar de ellas una máquina de coser milagrosamente intacta.

Por Eduardo Febbro

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