por Hernán Rivera Mejía
Artículo publicado el 09/12/2009 Ultima reactualización 10/12/2009 15:04 TU
“El cine, como la vida, es algo que uno tiene que inventar”, decía el cineasta y antropólogo Jean Rouch (1917-2004), autor de obras fundamentales del cine documental francés como son Yo, un negro, Crónica de un verano, Los maestros locos, La pirámide humana, Los hijos del agua, Jaguar y La caza del león con arco. Sin embargo, pese a la importancia y la originalidad de su obra, ésta no ha sido aún reconocida en todo su valor, como lo señala Marc Piault, presidente del Comité del Filme Etnográfico y organizador del coloquio internacional sobre Jean Rouch que tuvo lugar en París a finales de 2009. “Se ha dejado de lado todo su aporte a la reflexión sobre la diversidad cultural y la relatividad de las culturas: un gran debate de actualidad. Y también en lo que corresponde a los modos de expresión: cómo decir las cosas y con qué decirlas”, dice Marc Piault antes de precisar: “Es muy interesante en muchas de sus películas la mezcla de lo real con la ficción, la invención de lo real por la ficción y de la ficción por lo real. La obra de Rouch es siempre abierta, está llena de preguntas, ensayos y tanteos.”
Roger Canals, antropólogo cineasta, profesor de la Universidad de Barcelona, señala por su parte que “Rouch se encuentra en una situación intermediaria entre dos ámbitos: el de la universidad, que siempre ha olvidado la imagen e incluso el arte y la poesía, y el ámbito de los artistas que ha dejado la ciencia y el conocimiento a los universitarios. Rouch no utilizaba guión técnico ni nada de eso. Hacía un cine de investigación y la película se iba haciendo poco a poco a medida que avanzaba la investigación, y eso tratamos de introducirlo ahora en la Universidad de Barcelona.”
Para la joven antropóloga española Laura Cardeus, que ha realizado en México una investigación sobre un grupo de indígenas de Chiapas, es muy interesante en el trabajo de Jean Rouch “el diálogo entre quien está delante de la cámara y quien está detrás e incluso que la cámara cambie de manos.” Esta opción cinematográfica ha sido más aceptada en Estados Unidos y Latinoamérica que en Francia. En Brasil, por ejemplo, como lo señala la antropóloga Carmen Rial, ha sido muy importante para un cineasta como Glauber Rocha y el documentalista Eduardo Coutinho, ya que se trata de “un cine simple, sin muchos medios técnicos y que se sitúa cerca de la gente.”
Gran parte de sus películas las realizó Jean Rouch en África, continente al que estuvo muy ligado pero en donde, a menudo, no fue comprendido. Algunos cineastas africanos llegaron incluso a acusarlo de tener una actitud paternalista y despectiva. La cineasta y diplomática de Niger Mariama Hima recusa este punto de vista: “Jean Rouch era un hombre íntegro, jamás percibí en él un atisbo de racismo o algo parecido, un querer avasallar al ser humano. Era un hombre modesto, humilde. A los africanos nos dijo ‘piensen, miren la riqueza que tienen’. Gracias a sus películas he podido comprender mejor mi propia tradición. Y lo que Rouch sembró hoy lo estamos cosechando, todo lo bueno que hizo por el continente africano. Por eso quiero que se le reconozca.” Roger Canals concluye: “Rouch nunca quiso ser un gran hombre, un clásico y evitó siempre los premios y los elogios.”
Entrevistados: Marc Piault, presidente del Comité del Filme Etnográfico; Roger Canals y Laura Cardeus, antropólogos y cineastas españoles; Catarina Alves Costa, antropóloga portuguesa; Carmen Rial, antropóloga brasileña, y Mariama Hima, cineasta y diplomática nigerina
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