por Escarlata Sánchez
Artículo publicado el 11/02/2010 Ultima reactualización 11/02/2010 10:09 TU
“Mi teatro es una confesión, un testimonio, una proyección en la escena de mi drama interior, sin olvidar que sólo siendo auténticamente uno mismo, se tiene la posibilidad de ser otros a la vez”, expresó en algún momento Eugène Ionesco. Y en otro ocasión añadió: “Estoy frente al mundo como delante de un bloque opaco y me parece que no entiendo nada de nada y que, de hecho, no hay nada que entender". Estos dos fragmentos sirven para comprender el trabajo del dramaturgo francés, nacido en noviembre de 1909 en Slatina, Rumania, de padre rumano y madre francesa. Su obra, calificada como “teatro del absurdo”, al lado de la de Beckett y Adamov, es sobre todo teatro de ruptura, explica Jorge Lavelli, director escénico argentino afincado en Francia, quien ha puesto en escena obras de Ionesco como El rey se muere, Juego de masacre y Macbeth. “Es una escritura diferente al realismo anterior a la guerra. Y en los años 70, cuando se impusieron las ideas revolucionarias de izquierda, Ionesco se situaba a contracorriente con su mensaje absolutamente pesimista”, precisa el ex director del parisino Théâtre de la Coline.
La Biblioteca Nacional de Francia organizó una exposición para conmemorar el centenario del nacimiento de Ionesco. Su comisaria, Noelle Giret, dice: “Había en él un rechazo del desarrollo clásico del teatro, en el que había un principio, un desarrollo y un final, y que tenía personajes predecibles. La primera obra que da pie a un nuevo teatro es La cantante calva, que Ionesco dio a conocer en 1950. Él la llamó “antipieza”, precisamente porque rompía con el teatro clásico y porque los personajes son casi fantoches. Para escribir esta obra se inspiró en el método de lenguas Assimil, por lo cual sus personajes son como marionetas que se hablan con frases hechas, lo cual lleva a la incomunicabilidad total entre ellos y a cierta violencia y sinsentido que en ese momento sorprendió y escandalizó a parte del público".
En la pequeña sala del Teatro de la Huchette La cantante calva se encuentra en cartelera desde hace más de 50 años. Para el actor Jacques Legré, que ha interpretado más de 4.500 veces esta pieza, “el absurdo del teatro de Ionesco es la absurdidad de la condición humana. Y la gente a la que no le gustaba esta revolución teatral decía que era algo absurdo porque no significaba nada". En este mismo sentido abunda el director escénico Jerôme Savary al decir que “el absurdo no pasa de moda porque vivimos en un mundo absurdo”.
Jorge Lavelli, que conoció personalmente a Eugène Ionesco, precisa que la obsesión de la muerte es un elemento esencial de su obra. “Lo que Ionesco tiene que decir es una gran interrogación y una gran dosis de angustia. Toma la realidad y ve en ella lo inquietante. Es un mundo amenazado, lleno de cosas oscuras, no visibles a primera vista. Ionesco era un personaje atormentado pero siempre con gran sentido de humor".
El mismo Lavelli señala, para concluir, que el mundo onírico, el mundo imaginativo de Ionesco, le interesa particularmente: “Su teatro seguirá viviendo, es un teatro con gran proyección de futuro porque puede adaptarse a toda sociedad ya que aborda cosas profundas y deja interrogaciones que son permanentes".
Entrevistados: Jorge Lavelli y Jerôme Savary, directores escénicos; Jacques Legré, actor, y Noëlle Giret, comisaria de la exposición de la Biblioteca Nacional de Francia por el centenario del nacimiento de Ionesco. Se escuchan además fragmentos de reflexiones del autor de Las sillas.
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