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Artículo publicado el 18/08/2009 Ultima reactualización 18/08/2009 13:39 TU
La pirámide del Louvre del arquitecto chino Ieoh Ming Pei fue inaugurada el 30 de marzo de 1989.
(D.R.)
Hace veinte años, en marzo de 1989, se abrió al público la pirámide del Louvre, impresionante construcción de vidrio y acero, obra del arquitecto chino-estadounidense Ieoh Ming Peih. El proyecto había desatado una virulenta polémica.
Situada en medio de la arquitectura del siglo XIX que rodea el gran patio central, llamado Napoleón, del palacio real del Louvre, en el momento de su construcción, decidida por el presidente François Mitterrand, dio lugar a vivas polémicas. “La polémica fue violenta pero creo que el debate fue muy interesante. Pero es verdad que en 1999, diez años después de su inauguración e incluso antes, se dio un consenso porque el público se apropió de la pirámide”, precisa Françoise Mardrus, responsable de las ampliaciones del palacio del Louvre.
¿Cómo explicar la polémica? Para Hernán Jara, arquitecto ecuatoriano afincado en Francia, “existe un grupo de arquitectos en monumentos históricos que tiene excesivo poder y a menudo no quiere que se toque nada en un espacio existente”. Y ya en lo que se refiere a los aspectos técnicos y plásticos de la obra, Jara explica que Peih no se inspiró, como se cree, en las pirámides de Egipto, sino en los planos de Lenôtre del Jardín de las Tullerías. Destaca también la magnífica utilización de la luz natural y la gran calidad de los materiales de construcción utilizados.
Pese al bien ganado prestigio de la pirámide del Louvre, el monumento sigue teniendo detractores. Uno de ellos es, por ejemplo, el arquitecto cubano residente en París, Ricardo Porro. Para él, un principio que hay que respetar en la arquitectura es la preexistencia ambiental, o sea, conservar siempre un ambiente mágico que ya existe. “La pirámide del Louvre ha destrozado uno de los espacios más bellos que existen en Europa. La pirámide no se integra en lo que existe”, declara categórico Porro.
Como anticipándose al plan de renovación urbana de París, que busca transformar la capital francesa en una ciudad futurista, con una máxima expresión de las tecnologías de punta y una vocación ecológica y durable, la pirámide del Louvre es desde ya un símbolo de la modernidad en pleno corazón de la ciudad histórica. “Más del 90 por ciento del público del Louvre ingresa y sale de él por la pirámide. Ésta tiene un efecto de atracción y es como un símbolo del centro de la ciudad. La gente viene a sentarse alrededor de las piletas y de la pirámide en las tardes con buen tiempo. Y eso es algo que quería el arquitecto Ming Peih: que el museo se integre realmente en la ciudad”, concluye Françoise Mardrus.
Entrevistados: Françoise Mardrus, responsable de las ampliaciones del palacio del Louvre, y Hernán Jara y Ricardo Porro, respectivamente arquitecto ecuatoriano y cubano, residentes ambos en París.
Un programa de Hernán Rivera Mejía
Realización: Pilar Pérez
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